Una reciente investigación de la Universidad de Uppsala, Suecia, desafía la visión clásica sobre la Isla de Pascua. Según los arqueólogos Paul Wallin y Helene Martinsson-Wallin, la cultura de Rapa Nui no se desarrolló en aislamiento, sino en contacto con otras regiones del Pacífico y Sudamérica.
Los célebres moai, surgidos hacia 1350, no solo redefinieron el paisaje de Rapa Nui, sino que influyeron en otras islas polinesias. Los expertos señalan que tras la llegada de lengua, plantas y animales desde el oeste, la monumentalidad ritual se difundió en sentido inverso desde Rapa Nui hacia la Polinesia Oriental.
También cuestionan el mito del “ecocidio”. Estudios recientes revelan que la deforestación se debió más a la introducción de ratas, que devastaron las semillas de palma, que a la acción humana. La población, lejos de provocar su ruina, desarrolló técnicas agrícolas avanzadas, como el cultivo con mantillo de piedra.
La investigación destaca tres fases en la arquitectura ritual: espacios sencillos para banquetes y entierros; luego, plataformas ceremoniales y estatuas; y finalmente, los imponentes moai, reflejo de jerarquías locales.
El estudio refuerza la idea de una isla conectada y dinámica, alejada de la narrativa de aislamiento y colapso.
























